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A los jóvenes



Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. (1 Timoteo 4:12)


Un joven ministro recién instalado en el pastorado de un pueblo universitario estaba asustado de la crítica que temía recibir de su congregación tan culta. Pidió consejo a su padre, un pastor anciano y prudente. Le dijo: 

—Padre, me encuentro con dificultades en el púlpito que ocupo ahora. Si cito algo de geología, allí está el profesor A…, experto en esta ciencia; si uso a modo de ilustración un poco de mitología griega, allí está el profesor B… para corregir cualquier detalle que no sea correcto. Si quiero utilizar algún ejemplo de la literatura inglesa, me siento incapaz de hacerlo porque allí, en otro banco, está el conocido catedrático de literatura. ¿Qué puedo hacer? El anciano padre le contestó: 

—No te sientas desalentado, predica el Evangelio. Probablemente, sabrán poco del mismo los oyentes eruditos a quienes temes.


Es común que a los más jóvenes les dé temor hablar o exponer la Palabra de Dios ante una audiencia llena de hermanos de edad, experimentados en el evangelio y diestros en la Biblia, debida a los años de vida, y en especial, al conocimiento bíblico que han de tener después de caminar muchos años con Cristo. No obstante, esto no es una excusa para temer al momento de hablar la Palabra de Dios. 


En el Antiguo Testamento, en el libro de Job, leemos como los tres amigos de Job (Elifaz, Bildad, y Zofar), quienes eran incluso mayores que el padre de este (Job 15:10), en un punto, callaron frente a los argumentos de su amigo. Sin embargo, Eliú, el cual era más joven que todos ellos, hizo una excelente defensa de Dios (ver capítulos 32 al 37), y en mi humilde opinión, aun mejor que la de los otros tres varones. 


Mis hermanos jóvenes, la edad no es un impedimento para presentar fielmente la Palabra de Dios. Si se ha estudiado concienzudamente, asimismo, si se le ha pedido la dirección al Espíritu Santo, entonces, no es necesario temer, puesto que no serán las ideas propias que se han de presentar, sino que es la Palabra de Dios.

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