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Alabar a Dios con gozo y gratitud



Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones. (Salmo 100:1–5)


El Salmo 100 es un llamado claro a toda la creación para alabar al Señor con alegría y gratitud. No se trata simplemente de un acto de adoración, sino de una respuesta profunda a quién es Dios y lo que Él ha hecho por nosotros. Este salmo nos invita a vivir en constante reconocimiento de su bondad y fidelidad.


Dios es el creador y soberano. Nos recuerda que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos su pueblo, las ovejas de su prado. Esta verdad debería llenar nuestros corazones de humildad y gratitud, reconociendo que toda nuestra vida depende de Él. Al entender esto, nuestras alabanzas deben fluir naturalmente, no como un deber, sino como una expresión genuina de gratitud.


El versículo 2 nos insta a servir al Señor con alegría, una actitud que debería caracterizar nuestra vida cristiana. Servir a Dios no es una carga, sino un privilegio. Cuando recordamos quién es Él y cómo ha sido fiel generación tras generación, nuestras vidas reflejarán una alabanza genuina y llena de gratitud.


La entrada «por sus puertas con acción de gracias» simboliza el acercarse a la presencia de Dios con corazones agradecidos, reconociendo sus múltiples bendiciones. En todo tiempo, debemos recordar su bondad, pues su misericordia es eterna, y su verdad perdura para siempre.


Hagamos una pausa en medio de nuestras ocupaciones para alabar a Dios con gozo y gratitud. Reconozcamos que cada día, cada respiración, y cada bendición viene de Él. No importa cuál sea nuestra situación, podemos estar seguros de su fidelidad y misericordia que nunca cambian. Nuestra respuesta debe ser una vida de adoración constante, reflejando su bondad ante los demás y sirviendo con alegría a aquel que nos ha dado todo.

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