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Amor fraternal, más que un mandamiento



Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (1 Juan 4:7–8)


Algunos han dicho que el corazón del mensaje cristiano está en el mandamiento del amor, un amor que va más allá de los sentimientos superficiales y se adentra hasta la esencia misma de lo que significa ser un seguidor de Cristo. El Señor Jesús, durante su ministerio terrenal, resumió la ley y los profetas en dos mandamientos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37–39).


Y el apóstol Juan, conocido como el apóstol del amor, enfatiza este principio en su primera carta. Allí se nos exhorta a amar porque «Dios es amor», y el verdadero conocimiento de Dios se manifiesta en este amor fraternal, tal como leemos en los versículos del encabezado. Algo muy importante: este amor no es opcional para los que somos creyentes, sino que es una evidencia tangible de nuestra relación con Dios y de la vida transformada por el Espíritu Santo.


El Señor Jesús, antes de su sacrificio en la cruz, dejó un mandamiento nuevo a sus discípulos, diciendo: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros» (Juan 13:34–35). Y este amor no es un amor común, no como el que el mundo nos muestra, por el contrario, es un amor como el de Cristo, quien puso su vida por nosotros, por tanto, el amor demandado a nosotros es de tipo sacrificial. Además, este amor no es solo un mandamiento, sino que es una identidad, pues debe ser parte de lo que somos como hijos de Dios. Lo que quiero decir, es que el amor fraternal es (y debe ser) la marca distintiva de un discípulo de Cristo. En un mundo lleno de divisiones y conflictos, los cristianos estamos llamados a ser un reflejo del amor divino, mostrando unidad y apoyo mutuo. ¿Cómo se manifiesta? En servirnos mutuamente, por ejemplo, a llevar las cargas los unos de los otros (Gálatas 6:2), a perdonarnos (Efesios 4:32) y a edificarnos en el Señor (1 Tesalonicenses 5:11). Porque este amor no busca lo suyo propio, sino el bienestar del hermano en la fe.


Y cuando amamos a nuestros hermanos en la fe, demostramos al mundo el poder transformador del evangelio. Así que, mis hermanos, vivamos este amor de una manera práctica y visible, siendo un testimonio vivo del amor de Dios en nuestras vidas.

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