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Avanzando en fe



Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. (Hebreos 10:38–39)


El libro de Hebreos fue escrito para alentar a creyentes que enfrentaban dificultades y persecuciones por su fe. En este contexto, el autor nos recuerda que la fe es el pilar que sostiene nuestra relación con Dios. No solo es la convicción de que Él existe y nos ama, sino también la confianza de que, aunque enfrentemos pruebas y retos, su mano nos guiará y sostendrá.


La frase «el justo vivirá por fe» implica una vida constante de dependencia en Dios. No es solo creer una vez y vivir como queramos después; es caminar en fe cada día, confiando en que Dios está obrando, aunque no veamos los resultados de inmediato. Es un llamado a avanzar, incluso cuando las circunstancias nos inviten a retroceder, cuando el temor quiera detenernos o la duda intente desviar nuestro rumbo.


Sin embargo, este caminar con fe implica un esfuerzo de nuestra parte, porque recordemos que se nos dice en este mimo Hebreos 12:1, «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1). Todos sabemos que una correr en una carrera implica esfuerzo. Algo interesante, es que la palabra «carrera» en griego es agōn, que significa: lucha, contención, competencia por la victoria


Y, por tanto, retroceder, como se menciona en el versículo, no solo implica una falta de confianza, sino que significa renunciar a la esperanza que tenemos en Cristo. El autor de Hebreos nos advierte que ese tipo de retroceso no agrada al Señor, pues va en contra de la confianza y de la perseverancia que Él desea ver en nosotros. La vida cristiana no es una carrera de velocidad, sino de resistencia, en la que avanzamos paso a paso, sostenidos por su gracia y su fortaleza. 


Pero lo más hermoso de todo esto, es que es Dios mismo quien nos da la capacidad de perseverar, y que, en su presencia, encontramos la fortaleza para seguir adelante.

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