Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. (Juan 15:18)
El común de las personas, no quiere saber de Dios. Aunque la norma es que el mundo rechace a Dios y a su Palabra. Sin embargo, es muy doloroso que, como creyentes, no estamos siendo muy diferentes al mundo. Digo esto, porque, hoy en día, queremos el amor de Dios, pero no queremos obedecerle, su justicia, o su santidad. En otras palabras, queremos solo las cosas buenas que nos pueda dar (y que nos da), pero no «las malas». Queremos gozarnos en las cosas buenas que nos da, pero no padecer por su nombre.
Seamos sinceros, porque entre los creyentes de hoy, hay cada día menos interés en leer las Escrituras, en escuchar la verdad, en obedecer a Dios, en buscar a Dios en oración en las mañanas, etc. Ya nadie quiere llevar el nombre de Cristo a todas partes. Solo deseamos parecer cristianos y no ser cristianos de la manera como Dios nos demanda en su Palabra: «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo» (Lucas 14:26–27).
Cada cierto tiempo me pregunto, ¿acaso creemos que Dios nos va a recibir si vivimos vidas como a nosotros se nos antojan y no conforme sus estándares? ¿En serio creemos que con un «cristianismo light» agradamos a Dios? Probablemente, nos pase lo que dice el apóstol Juan en su primera carta: «Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados» (1 Juan 2:28).
Mis hermanos ¡despertemos! El Señor ya estar por volver, ¿y con qué nos presentaremos delante de Él? ¿Qué le llevamos? Todavía nos queda tiempo, aún podemos estar listos, pero estamos contra reloj y no debemos demorar más. Aprovechemos bien el tiempo y seamos sabios para con Dios.
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