Ayúdame, Señor Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia. (Salmo 109:26)
—Tengo tantos problemas, ¿cómo salir de ellos?
Muchas veces nos olvidamos que Dios no nos prometió eliminar nuestros problemas, sino que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin (Mateo 28:20). Además, Él es el «Dios de paz» y «Padre de misericordias». Estos no son meros títulos, sino caracteres reales del que cada día trae la paz a sus hijos, y sus misericordias son nuevas cada mañana (Lamentaciones 3:23). Dios desea que confiemos en Él en los momentos de adversidad, que nos apoyemos y descansemos en Él, echando nuestra carga sobre sus hombros (Salmos 55:22).
—Sé que hay muchas cosas pecaminosas en mi vida, ¿cómo renunciar a ellas?
La Palabra de Dios nos hace tomar conciencia del mal que hacemos, y estamos confusos. Y también nos enseña que «nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él… a fin de que no sirvamos más al pecado» (Romanos 6:6). Leámosla y escuchémosla pacientemente, ¿para qué? Para que «la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros» (Colosenses 3:16), y para que «todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8). Y de esta forma podamos limpiar nuestros caminos (Salmos 119:9)
—Hay tantas tentaciones, ¿cómo no ceder ante ellas?
No tenemos fuerza para resistir, pero no estamos solos: el Señor vela sobre los suyos y nos ha dado un espíritu de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Por lo tanto, la obediencia a la Palabra es una guía segura, pues, el Espíritu que permanece en nosotros, es el poder que libera, así que no pongamos trabas a su acción. Oremos en el nombre del Señor, pidiendo su socorro para ser librados del mal, ya que dijo: «Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás» (Salmo 50:15).
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