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¡BAJEMOS NUESTROS CÁNTAROS!



Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho, ¿No será este el Cristo? Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Y decían a la mujer: ya no creemos sólo por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que Éste es el Salvador del mundo, el Cristo. (Juan 4.28,39 y 42 RVR60)


En el encuentro del Señor Jesús con la mujer samaritana que fue a buscar agua al pozo; luego de revelarle cosas de su vida y de decirle que Él era, aquella mujer bajó su cántaro y volvió a la ciudad donde vivía; corrió a dar las buenas nuevas de salvación y muchos creyeron por ese testimonio.


Hermanos, ¿hace cuánto tiempo recibimos esta verdad, pero la callamos? ¿Será que aún no bajamos nuestro cántaro? Los cántaros en aquella época lo llevaban ya sea en la cabeza o en el hombro. ¿No nos cansamos de llevar ese tremendo peso del cántaro lleno de agua? La gente del mundo muere de sed y nosotros no queremos compartir del agua de vida (la Palabra de Dios), sino que la llevamos en la cabeza (conocimiento). Pero ¿de qué nos sirve el conocimiento si no lo aplicamos? ¿Sabe su familia que usted es creyente? ¿Lo saben sus vecinos, sus compañeros de trabajo, de universidad o de colegio? Oiga, hay que bajar el cántaro y correr como hizo la samaritana para llevar el evangelio a las personas que se están perdiendo.


Los hombres le decían a la mujer, «ya no creemos por tus dichos, sino porque nosotros fuimos a la fuente del agua vida (a Jesús)». Pero puede que su cántaro no esté lleno de la Palabra, sino del mundo y sus deseos. Por lo tanto, su deseo no es el de compartir el evangelio o vivir bajo las normas del mismo, sino vivir como vive el mundo, deseando las mismas cosas y buscando lo mismo que ellos.

¿Acaso no sabemos que al mundo le queda poco tiempo? La maldad de la sociedad es tan grande en estos días que vemos como los malos matan a tanta gente sin dolerles el alma, el odio está creciendo en el corazón del hombre; ya no hay respeto por la vida de sus semejantes, no hay temor de Dios, ni respeto de la autoridad, el cohecho anda a la orden del día, e incluso en los diferentes gobiernos del mundo se imponen leyes demoníacas como la del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la eutanasia.


Hermanos, ya es hora de que bajemos nuestros cántaros y corramos a anunciar el evangelio, pues recordemos que el Señor dijo:


Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. (Marcos 16.15–16 RVR60)


Una última pregunta, ¿cuando el Señor venga, te encontrará con el cántaro sobre la cabeza, guardando la verdad solo para ti?

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