Versión en video: https://youtu.be/Q9SQw_56xbY
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. (Marcos 12:30–31)
El Señor Jesús nos deja claro en este pasaje que el amor debe estar correctamente orientado: primero hacia Dios, luego hacia nuestro prójimo. Pero, ¿qué significa realmente amar a Dios con todo nuestro ser? Y, más aún, si amamos a Dios con todo nuestro corazón, ¿qué «sobra» para amarnos a nosotros mismos?
Primero que todo, este mandamiento nos deja muy en claro que lo que Dios nos exige no deja espacio para un amor egoísta. Porque el Señor Jesús no nos está pidiendo que amemos a Dios “en parte” y luego reservemos algo para nosotros. Nos llama a entregarnos por completo: todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, y con todas las fuerzas.
Ciertamente, cada uno de nosotros, como sus hijos, estamos por muy debajo del estándar de amor demandado por Dios. Pero eso no debe dejarnos acongojados o sin esperanza, sino todo lo contrario, debe llevarnos a pedirle a Dios que nos ayude a poder amarle no solo como Él nos manda, sino como además se merece.
Ahora, cuando nuestro amor está completamente dirigido hacia Dios, lo que fluye naturalmente de ese amor, es decir, lo que se desborda, es el amor hacia nuestro prójimo. Esto significa que, si verdaderamente amamos a Dios como Él nos manda, ya no quedará nada de ese amor reservado para centrarnos en nosotros mismos.
Puede que este mandamiento sea «muy radical» para su gusto, pero es lo que Dios nos pide. Mis hermanos, puede que parezca que es algo muy extremo, no obstante, cuando volcamos todo nuestro ser a Dios, Él no solo se gozará, sino que nosotros estaremos llenos de ese mismo gozo y nuestros corazones estarán rebosantes de todo el bien de nuestro bendito Dios.
Finalmente, recordemos que no necesitamos preocuparnos por “amarnos a nosotros mismos” cuando vivimos amando a Dios y al prójimo. Porque cuando buscamos primero el reino de Dios, Él se encarga de suplir todo lo demás que necesitamos.
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