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CONFIANDO EN DIOS




Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. (Lamentaciones 3.22–25; 37–39)


¿Podemos obrar mal y esperar el bien? No, porque las escrituras nos enseñan que segamos lo que sembramos (Gálatas 6.7). Pero muchas veces cuando vienen las aflicciones a nuestras vidas, nos quejamos y decimos: —¿Por qué clamo a Dios y no me escucha? Nos cuesta entender que Dios permite que pasen este tipo de cosas; sin embargo, Él nos las manda con diversos fines, que pueden ser, por ejemplo, crecimiento, hacernos conscientes de algún pecado del que no nos hemos dado cuenta, disciplina, etc. Pero la verdadera pregunta que nos debemos hacer es: ¿No podemos alabar a Dios aún en la tormenta?


Un excelente ejemplo para nosotros es el de Job, quien, luego de perderlo todo dijo: ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? Jehová dio, y Jehová quitó; Sea el nombre de Jehová bendito (Job 2:10; 1:21). ¿No es un bello ejemplo que nos dejó este hombre? Cuando leemos este hermoso libro, nos damos cuenta que Dios le dio permiso a Satanás que le afligiera para probar su fe y su fidelidad. Dios lo hizo con un fin, hacer consciente a Job que se creía más justo que Dios (Job 40.8).


En el primer capítulo vemos como el diablo le decía a Dios que Job era fiel, porque Dios le había bendecido el fruto de su trabajo y en todo lo que hacía prosperaba. Al maligno, no solo se le permitió quitarle los bienes materiales, sino que mató a sus 10 hijos en un solo día; y más encima le hirió de una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Pero Job fue fiel a Dios en todo momento, porque cuando su mujer dijo: —¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Y él le dijo: —Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. (Job 2.9-10). ¡Qué ejemplo de fidelidad y confianza tan grande en Dios!


¿No nos ahogamos en un vaso de agua y pensamos que Dios se olvidó de nosotros debido a las pruebas y aflicciones que sufrimos algunas veces? ¿Acaso no dejamos de honrar al Señor en la aflicción y nos desalentamos terriblemente? Hermanos, cuando Dios nos hace pasar por estos duros momentos, no es porque nos aborrece, sino es todo lo contrario, es porque nos ama tanto que no permitirá que sigamos siendo de la misma forma que somos, sino que nos moldeará a la imagen de su Hijo Jesucristo.


Hermanos, debemos tener un conocimiento real de Dios buscándolo en su Palabra y en la oración, pues si desconocemos tanto de Él, ¿podremos tener confianza para ir a su presencia y contarle todo cuanto nos sucede; y adorarlo aún en nuestros dolores y bienestar?


Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4.16)



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