Existen muchos cristianos que confunden el conocimiento de la Palabra de Dios y el conocer a Dios, ya que creen que son sinónimos, pero no es así; ejemplo vemos en los evangelios con los escribas y fariseos, quienes conocían grandes porciones de las escrituras de memoria, pero aun así crucificaron al Señor.
Siempre uso este ejemplo: Imagine que usted ha leído todos los libros de un autor x; no solo los ha leído, sino que los he estudiado a fondo. Ahora, ¿podría decir que conoce al autor de los libros? No, usted solo conoce lo que el autor ha dichos en sus libros, pero usted no tiene una relación personal con él. Por lo tanto, conocer la Palabra de Dios no es un sinónimo de conocer a Dios.
Ojo que no estoy diciendo que no conozcamos la palabra de Dios ¡en lo absoluto! Todo lo contrario, es de vital importancia que cada creyente pase tiempo leyendo, meditando y estudiando las escrituras. El Señor dijo:
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. (Juan 5.39)
Pero entonces ¿Cómo podemos llegar a conocer personalmente al Altísimo? Dice su Palabra:
y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. (Jeremías 29.13)
Para hallarle, debemos buscarle de todo corazón, no a su palabra, sino a Él directamente, para así poder desarrollar una relación íntima y cercana con el Todopoderoso.
Permítame preguntar algo ¿ha conversado alguna vez con Dios? No me refiero a orar alabando, pidiendo o dando gracias, no, me refiero a conversar de la misma manera como lo hacemos con una persona de carne y hueso. Bueno, si no cree que sea posible, entonces usted no lo está buscando de todo corazón. Dios dijo:
Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. (Sal 145.18)
Así como hermanos, propongamos en nuestro corazón buscar a Dios con todo nuestro corazón para así llegar a conocerle íntima y personalmente.
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