Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas. (Salmos 119:27)
La Biblia es distinta de cualquier otro libro. Fue dada por inspiración divina de Dios (2 Pedro 1:21) y es su revelación al hombre (Deuteronomio 29:29). En sus páginas hallamos todo lo que necesitamos saber para recibir salvación y vivir para el Señor. El apóstol Pablo, dijo: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16–17).
Sin embargo, algunas personas dedican más tiempo a aprender cosas de la Biblia en vez de descubrir al autor y su mensaje. Por ejemplo, dos hombres se pasaron meses compilando una impresionante cantidad de estadísticas sobre las Escrituras, pues contaron la cantidad de capítulos, la de versículos, palabras e incluso la cantidad de letras.
Es cierto que esos datos pueden ser interesantes, pero son solo eso, un dato; y podemos pasar muchas horas de trabajo con el fin de reunirlos, pero ¿en qué o cómo nos edifican espiritualmente ese tipo de información? En el versículo del encabezado, el salmista deseaba entender los mandamientos de Dios, pero no por un mero afán de adquirir conocimiento (el cual envanece, [1 Corintios 8:1]), sino que él deseaba —y nosotros deberíamos esforzarnos por lo mismo también— un mayor conocimiento de Dios y de su voluntad, pues deseaba meditar en las maravillas del Creador. Y nosotros, ¿es con este fin que leemos y escudriñamos la Palabra de Dios?
Mis hermanos, no nos dejemos distraer por estadísticas interesantes y datos raros, sino más bien, estudiemos el contenido de la Biblia (con humildad) para poder conocer la revelación que Dios nos dejó, y de esta forma poder conocerle más y más cada día, esto hará que nuestro conocimiento bíblico sea muchísimo más provechoso.
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