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¡Cuidado, tiburones!



Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. (Juan 13:17)

Mientras los turistas se bañaban en las cálidas aguas de una playa de Australia, repentinamente sonó una alarma: un tiburón blanco, devorador de hombres, fue visto cerca de la costa. En ese momento un bañista nadaba hacia el enorme animal. La manera en que el animal se acercaba al hombre produjo un escalofrío general. Muchos testigos de la escena lanzaron piedras en dirección al nadador y así lograron captar su atención. Este giró y, comprendiendo que algo anormal sucedía, nadó con todas sus fuerzas hacia la orilla. Solo entonces tomó conciencia del terrible peligro del cual acababa de escapar, y agradeció afectuosamente a quienes le advirtieron, explicándoles que era sordo.


Muchas personas no son conscientes del peligro que corren en el plano espiritual. Oyen la Palabra de Dios, pero es como si fueran sordas, porque no quieren escuchar. Dios dijo: «Hablé, y no oyeron» (Isaías 66:4). Aquellos a quienes Dios se dirigía así no percibían la inminencia del peligro.


Tengamos cuidado de no actuar como ellos. Dios se dirige a nosotros cuando dice: «Te he hablado en tus prosperidades, mas dijiste: No oiré. Este fue tu camino desde tu juventud, que nunca oíste mi voz… ¡Tierra, tierra, tierra! Oye palabra del Señor» (Jeremías 22:21, 29). Dios nos advierte de muchas formas. Tiene un mensaje urgente de salvación que debemos escuchar mientras estamos en esta tierra.


«Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él» (Isaías 30:21). Sepamos escuchar esa voz.

Fuente: La Buena Semilla


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