¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. (Isaías 40:28–29)
Durante cuatro años fui jefe y tenía muchas personas a mi cargo. Para colmo era un trabajo verdaderamente demandante, por así decirlo, era un trabajo 24/7. Me podían llamar de día o de noche y «no tenía el derecho» de no contestar. Todo pasaba por mí y me tocaba ser el que solucionaba todos los problemas. Además, tenía que rendir cuentas al gerente general, sin mencionar un sinnúmero de otras jefaturas que estaban por sobre mí. Pero la peor parte de todo esto, es que no me gustaba ese trabajo, no lo pedí, ni siquiera tenía las competencias para hacerlo. Fui perseguido por un gerente general y otro del área comercial, fui cuestionado muchas veces, hostigado, tratado de ser boicoteado, perseguido, etc. El estrés se volvió parte de mi vida, estrés que, por cierto, me tomó casi 6 meses el poder sanar luego de dejar dicho trabajo. Sin embargo, Dios fue quien me envió a allí, ¿con qué fin? Para aprender varias cosas, una de las principales fue aprender obediencia cuando, básicamente, mi voluntad era otra. Durante cuatro años, mi oración fue: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).
Dios tiene caminos diferentes a los nuestros (Isaías 55:8–9) y, a veces, nos lleva por sendas empinadas, caminos pedregosos o llenos de espinas, con peligros por lado y lado. No obstante, todo esto, por brutal e ilógico que parezca, tiene un propósito, hacernos el bien, esto es: Ser moldeados a la imagen de su Hijo Jesucristo. Bien dice su Palabra: «estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).
Mis hermanos, en este mundo, nos cansaremos, ciertamente que sí, pero una esperanza tenemos, nuestro Dios, que no miente (Números 23:19; Tito 1:2), va con nosotros, y no solo eso, sino que nos da las fuerzas cuando ya no las tenemos (Isaías 40:29). Más encima, su yugo es fácil y ligera su carga (Mateo 11:30), y como si esto no fuera poco, nos dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). ¿Estás cansado? ¿Te faltan fuerzas? ¿Llevas una pesada carga? ¡Cóbrale las promesas al Señor, y Él responderá sin demora! Pídele fuerzas, que lleve tus cargas, y que aliviane tu caminar, y Él ha de contestar sin dilación, pues así lo prometió aquel que es la verdad (Juan 14:6).
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