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¿Damos a Dios lo mejor o nuestras sobras?



Versión en video: https://youtu.be/TKawunOxJ5U


El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? Dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. (Malaquías 1:6–7)


En el tiempo de Malaquías, el pueblo de Israel mostraba una actitud negligente hacia Dios. Aunque seguían llevando sacrificios al altar, lo hacían de manera indigna, ofreciendo animales ciegos, cojos y enfermos, lo que demostraba que no respetaban ni valoraban la santidad de Dios. Dios, quien había sido fiel, amoroso y proveedor para ellos, recibía las sobras de su devoción. Él les pregunta: “Si me llamas Padre y Señor, ¿por qué no me das la honra y el respeto que merezco?” Esta pregunta no solo aplica a Israel, sino también a la iglesia en nuestros días.


Hoy, como cristianos, podemos caer en el mismo error. Quizás no ofrecemos animales defectuosos en un altar físico, pero muchas veces damos a Dios las sobras de nuestro tiempo, esfuerzo, recursos y corazón. Dedicamos lo mejor de nosotros al trabajo, los estudios, los proyectos personales o los entretenimientos, mientras que nuestras oraciones, adoración y servicio a Dios se vuelven superficiales o esporádicos.


En contraste con nuestra actitud, Dios nos dio lo mejor de Él: a su Hijo Jesucristo. El Señor Jesús no ofreció una parte de sí mismo, sino todo su ser, entregándose en la cruz para salvarnos. Su sacrificio no fue defectuoso ni a medias; fue perfecto y completo. Si Él dio todo por nosotros. ¿Qué podemos decir nosotros? ¿Es Él nuestra prioridad o le damos el tiempo y la atención que sobra después de todo lo demás?


Mis hermanos, Dios no está interesado en ofrendas vacías ni en corazones divididos. Él busca nuestra completa devoción. Así como en Malaquías confrontó a Israel, hoy nos invita a darle lo mejor de nosotros: nuestras primicias, nuestro tiempo, nuestro amor y nuestro servicio sincero. ¿Lo haremos?

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