Si dijeres: Ciertamente no lo supimos; ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras. (Proverbios 24:12)
Este versículo es un llamado a la responsabilidad y a la integridad. Muchas veces, en nuestro caminar cristiano, podemos caer en la tentación de justificar nuestra inacción diciendo: «No sabía» o «No era mi responsabilidad». Sin embargo, Dios, que pesa los corazones y examina nuestras intenciones, conoce lo profundo de nuestra alma y no se deja engañar (Jeremías 17:9).
A Dios no lo convencen nuestras excusas, porque conoce todo de nuestra existencia, y sabe que no hay justificativos para el pecado. Como humanos, venimos haciendo esto desde el primer día de la caída. Adán y Eva, luego de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, comenzaron con las excusas. Adán culpó a Eva por su pecado, mientras que esta última culpó a la serpiente. No obstante, tratar de evadir su responsabilidad delante de Dios, no los exoneró de su culpa.
Es por esto que, Dios, como el justo juez, nos llama a vivir con una conciencia limpia, haciendo el bien no por obligación, sino como una expresión de nuestra fe y amor hacia Él. Recordemos las palabras de Santiago 4:17: «Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado».
Es necesario que nos peguntemos si existen áreas de nuestras vidas donde estemos evitando responsabilidades o justificando nuestro pecado o falta de acción. Pero para ello debemos pedir ayuda a Dios para que nos muestre las áreas en donde necesitamos la intervención del Espíritu Santo con mayor fuerza. Bien dice el salmista:
¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. (Salmos 19:12)
Así que, mis hermanos, dejemos esta actitud de «yo no fui», «yo no sabía», esto es, dejemos las excusas y entendamos que «no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:13).
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