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¿Dios tiene hijos predilectos?



Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. (Efesios 1.6–7 RVR60)


Hace poco oí a un hermano que hablaba sobre este tema y daba su opinión, pues dijo que él pensaba que Dios tenía hijos predilectos, los que eran fieles y tenían una comunión cercana con Dios. ¿Esto es así? Es decir, ¿somos más aceptables a los ojos de Dios si somos más obedientes a Él? No, nada más alejado de la realidad, porque si Dios hiciera eso, dejaría de ser Dios, pues en su Palabra encontramos lo siguiente:


Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno. (Deuteronomio 10.17 LBLA)


Si Dios tuviera hijos predilectos o favoritos, como mencioné recién, dejaría de ser Dios, pues negaría su naturaleza imparcial. Entonces, que obedezca más u obedezca menos no cambia la manera en cómo Dios nos ve.


Este tipo de pensamiento de que Dios prefiere a unos sobre otros, por ejemplo, toman la relación del Señor Jesús con el apóstol Juan para decir algo así, ya que este último era cercano al Señor en su trato diario. Y otra de las cosas que dicen, es que Dios contesta las oraciones de unos y las de otros no. En relación con lo de Juan, decir eso, es decir que era imparcial, que amaba más a Juan que a Pedro, Andrés o a Jacobo, pero no, lo más probable es que Juan haya sido una de esas personas que llamamos «de piel» de esas a los que les gusta abrazar y que los abracen. Pero eso no significa predilección de uno sobre otro.


Y en cuanto a lo de las oraciones respondidas, la Palabra de Dios nos dice dos cosas. La primera es que si nuestras peticiones están conforme a la voluntad de Dios, entonces serán respondidas:


Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. (1 Juan 5.14–15 RVR60)


Lo segundo, es que no podemos pedir para nuestros propios placeres, porque claramente no seremos oídos:


Y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres. (Santiago 4.3 RVC)


Hermanos, lo que tenemos que entender es que únicamente gracias al sacrificio del Señor en la cruz del Calvario, nosotros somos aceptos a los ojos de Dios. Es por causa del Señor Jesús que Dios nos puede mirar con «buenos ojos», porque en su santidad ni podía tolerar mirar nuestras maldades (Habacuc 1.13); pues nuestros pecados nos separaban de Dios (Isaías 59.2); y si fuimos reconciliados con Él, fue gracias al Señor Jesús:


Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Corintios 5.19 RVR60)


No pensemos que nuestra obediencia a Dios nos hace más aceptables o porque tenemos una rica comunión con Él nos hace ser hijos predilectos, porque no es así. Nuestra obediencia es una manifestación del amor que le tenemos (Juan 14.14 y 21), bajo ningún punto de vista eso modifica la manera en cómo Dios nos ve o nos ama.


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