Voz que decía: da voces, Y respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. (Isaías 40:6)
Así somos los seres humanos, tan frágiles como la hierba, sin embargo, hay tanta arrogancia en nosotros, no estimamos al Dios de todo poder. ¿Dónde vemos nuestra altivez de corazón? En que hacemos acepción de personas, porque, por ejemplo, el que tiene mejor estatus de vida, menosprecia al pobre; el jefe se cree mejor persona que el que está a su cargo; el que tiene un título profesional, hace alarde de ello y mira de los hombros hacia abajo a quienes no poseen estudios superiores a todos anuncia que debe ser respetado, etc. Los seres humanos tendemos a sentir que somos superiores a otros.
Pero el único que verdaderamente está por sobre todos, esto es, el Dios Altísimo, nos anuncia que somos frágiles como la hierba que un día está verde y al día siguiente se muere y, por lo tanto, no nos podemos jactar de nada, así se nos lo dice el salmista: «El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más» (Salmos 103:15–16). Dios considera al de humilde corazón, y menosprecia a los altivos de ojos (Proverbios 6:16). Y es por eso que no debemos olvidar que somos solo polvo que pasa.
Las gentes del mundo viven como si jamás los fuera a alcanzar la muerte, pero todos pasaremos por ella, tanto el rico como el pobre. De lo que debiéramos preocuparnos es de en dónde pasaremos la eternidad, pues la eternidad nunca acaba, mientras que acá en este mundo todo tiene una fecha de término. Aquel que no esté listo, se verá enfrentado a pasar esa eternidad en condenación. Por eso es que el Señor Jesús dijo:
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. (Juan 5.24–25, 28–29)
Mientras estemos en el cuerpo hay esperanza, pero después de salir del cuerpo (al morir), nada se puede hacer, así que pongamos oído a lo que Dios nos dice y abramos la puerta de nuestro corazón a su llamado, porque mañana podría ser muy tarde.
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