Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:17)
Poner nuestra fe en acción es dar el primer paso en un viaje incierto. Como otros que han hecho este viaje nos dirán, no es la marcha real lo que es difícil, es el «ir sin saber» lo que es desconcertante. No hay mapas en un viaje de fe. Navegamos por la luz de la provisión de Dios sin saber cuál es nuestro destino, pero lo hacemos tomados de su mano, confiados de que Él sí lo sabe. Caminar por fe es como una aventura todoterreno que nos lleva a lugares que no podemos ver desde la carretera principal de la vida.
Tal vez nos preguntamos si el tiempo que pasamos en oración, leyendo la Palabra de Dios y esperando en la presencia del Señor, ejerce algún impacto real en nuestro caminar de fe. La verdad es que sí lo hace, puesto que muchas veces, aunque hacemos estas cosas, no sentimos más cerca de Dios, ni nos sentimos de alguna forma caminando seguros. Mis hermanos, aunque no lo sintamos, la práctica de estas disciplinas espirituales aumenta la influencia del Padre en nuestras vidas, en especial, a medida que le obedecemos, y al estrecharse nuestra relación con Él, al ir conociéndolo con cada día que pasa, podemos confiar más y más en Él, creciendo así nuestra fe.
Como todo lo demás en la vida cristiana, confiar en el Dios que nos transforma mediante la renovación de nuestras mentes (Romanos 12:2), es un acto de fe, uno que es imposible para nuestra carne, pero que con la ayuda de nuestro Señor, podemos hacer.
Por lo tanto, aunque no lo veamos, cuando ponemos nuestra fe en Dios, cuando oramos, leemos su Palabra, etc. estamos sembrando semillas del Espíritu Santo, semillas invisibles, que luego crecen hasta ser una cosecha asombrosa y eterna de: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22–23) en nuestras vidas.
Así que no nos desesperemos, sino que sigamos buscando a Dios, caminemos tomados de su mano, confiados que Él nos guía a lugares de delicados pastos, para hacernos descansar (Salmos 23:2). Ejercitemos nuestra fe cada día, pues esta carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1), es una de fe.
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