Versión en video: https://youtu.be/nr9i5RNZw3k
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. (Juan 13:34-35)
El amor no es solo un sentimiento ni una emoción pasajera, sino que al ser un verbo, conlleva acción. En la Biblia encontramos esta realidad, el amor es acción, es sacrificio, es una decisión constante de dar sin esperar recibir. El Señor Jesús no solo habló de amor, sino que lo vivió, lo demostró con cada paso que dio en la tierra y lo selló con el sacrificio supremo en la cruz.
En 1 Corintios 13, Pablo nos describe el amor en términos de acción: el amor es paciente, es bondadoso, no tiene envidia, no se jacta, no busca lo suyo, no se irrita, todo lo soporta, etc. (vv. 4–7). Cada una de estas descripciones nos recuerda que el amor no es pasivo ni meramente conceptual, sino que implica decisiones y hechos concretos.
Jesucristo, en Juan 13, mostró con un gesto humilde lo que significa amar: lavó los pies de sus discípulos, incluso los de Judas, quien lo traicionaría. Este acto nos enseña que el amor verdadero no espera condiciones ideales ni reciprocidad; simplemente se da.
Además, el amor que Dios demanda de nosotros debe ser un rasgo identificador. El Señor dijo que el mundo nos conocerá como sus discípulos por nuestro amor, no por nuestras palabras, no por nuestro conocimiento bíblico, no por nuestra vestimenta, sino por cómo vivimos el amor en el día a día.
¿Cómo se muestra ese amor entre hermanos en la fe? Perdonar cuando duele, servir cuando nadie más quiere hacerlo, renunciar a la comodidad por el bien de otros o dar sin esperar nada a cambio.
Mis hermanos, si nuestro amor no se traduce en hechos, entonces solo es una idea vacía y no estamos amando a nadie más que a nosotros mismos. Sin embargo, si amamos como Cristo amó —con sacrificio, servicio y humildad— mostraremos al mundo quién es Él por medio de las obras de nuestra fe.
Comments