Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. (Isaías 65:24)
Un orador ateo hablaba ante una numerosa audiencia. Atacaba la fe cristiana y ridiculizaba a las personas ingenuas que todavía creen en la oración. De repente, un hombre entre los asistentes se levantó y pidió la palabra.
—Tiene frente a usted a un hombre que antes era uno de los más miserables de toda la ciudad. Adicto a la bebida y al juego, golpeaba a mi mujer. No era más que un canalla. Mi esposa y mi hija se aterrorizaban cada vez que me oían llegar a la casa. Sin embargo, mi esposa oraba por mí desde hacía años; y también le enseñó a nuestra pequeña a orar por su papá.
Una noche regresé a casa más temprano de lo acostumbrado. Ese día no estaba ebrio. Mi esposa acababa de llevar la niña a la cama. Me acerqué sin hacer ruido y presté atención. Mi hija oró: «Señor Jesús, salva a mi papá. Por favor, Señor Jesús, libera a mi querido papá». Ellas no sabían que yo estaba escuchando. Dejé la casa sin hacer ruido. Me sentía fulminado. Un «querido papá», ¡yo no merecía ese apelativo, no lo era! Me sentí avergonzado. Y con desesperación clamé: «¡Señor, ayúdame! ¡Responde la oración de mi hija!» Y realmente el Señor lo hizo. Hoy, gracias al actuar de Dios, soy un verdadero padre, y ahora somos una familia feliz, porque Él forma parte de nuestras vidas.
Se le podría preguntar a cualquier ateo: ¿a cuántas personas, el ateísmo, con sus palabras, su ciencia y su retórica, ha ayudado a cambiar vidas como lo hace Dios? La verdad es que a ninguna, porque el ateísmo es completamente impotente en eso, ya que cualquier corriente de pensamiento humano busca cambiar lo externo del hombre, no su corazón. Únicamente la fe en Jesucristo puede cambiar a alguien, bien dice su Palabra: «Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21:5). Es solo Dios el que hace nuevas todas cosas, nadie más puede hacer nacer de nuevo al ser humano, porque solo es Dios quien «da vida a los muertos» (Romanos 4:17). Para que el ser humano cambie su vida, necesita nacer de nuevo, y solo Cristo es quien lo produce.
En conclusión, frente a la pregunta del título de este devocional, lo cierto es que ninguna religión, ni dios, ni corriente de pensamiento humano puede cambiar al hombre desde su corazón, sino solamente Cristo Jesús.
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