Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. (Mateo 21.1–2; 6–7 RVR60)
La mayoría de nosotros, por lo general, hablamos de los burros en términos que son más bien despectivos. Por ejemplo, usamos expresiones como: «Hoy trabajé como burro» o «fulano de tal es más terco que una mula». Sin embargo, estos dichos ignoran las contribuciones de este animal. En las escrituras encontramos la historia de Balaam y su asna, la cual le salvó la vida tres veces.
Y Balaam se levantó muy de mañana, aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab. Pero Dios se airó porque él iba, y el ángel del Señor se puso en el camino como un adversario contra él. Y Balaam iba montado sobre su asna, y sus dos sirvientes con él. Cuando el asna vio al ángel del Señor de pie en el camino con la espada desenvainada en la mano, el asna se salió del camino y se fue por medio del campo; pero Balaam golpeó el asna para hacerla volver al camino. (Números 22.21–23 LBLA)
Lo cierto es que los burros, también conocidos como asnos, han servido a la raza humana durante miles de años y muchas veces no nos damos cuenta que es un animal valioso. Tal como en el pasaje de más arriba, vemos que eran usados como medio de transporte (Josué 15.18). Asimismo, eran usados como animales de carga, por ejemplo: Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad (Génesis 44.13). El nuevo diccionario Bíblico Ventura dice: En oriente el asno ha tenido siempre el lugar que el caballo ha tenido en las naciones de Europa.
Estos animales son muy gentiles y pacientes, y no se molesta aun cuando tiene una carga muy pesada que llevar (ejemplo que deberíamos imitar). Por eso era muy apropiado que el Señor Jesús enviara a sus discípulos a buscar un pollino para que realizara la tarea de llevarlo a Jerusalén; eso, además del hecho de que debía cumplir la profecía:
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. (Zacarías 9.9)
¡Qué privilegio de aquel humilde animal! Y si lo pensamos bien, nosotros tenemos el mismo privilegio de «llevar» al Señor Jesús a todos los rincones de este mundo para que conozcan la verdad del evangelio. Al igual que aquel animalito que estaba atado y el Señor le desató para usarlo; lo mismo hizo con nosotros, pues nos desató de las ataduras del pecado para que le fuésemos útiles para sus propósitos. La pregunta es ¿estamos dispuestos a ser «los burros» del Señor Jesús?
Comments