El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29)
Al ir juntos Abraham e Isaac a Moriah, el hijo preguntó: «Padre mío… He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?» (Génesis 22:7). Cuando Juan el bautista vio a Jesús que venía a Él cerca del Jordán, contestó aquella antigua pregunta diciendo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
La exclamación de Juan el bautista puede dividirse en tres partes:
He aquí el Cordero de Dios: Él no fue elegido por los hombres, pues era el Cordero de Dios, es decir, fue enviado por Dios; y en Él no había pecado, porque nunca conoció ni cometió pecado alguno. Aquel Cordero era interior y exteriormente perfecto. Aun sus enemigos tuvieron que reconocer que Él era justo: «Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo» (Lucas 23:47).
El pecado del mundo: En Génesis 22 un carnero tomó el lugar de Isaac, muriendo en vez de Él. En Éxodo 12 el cordero pascual murió por los primogénitos de Israel. Y asimismo el Cordero de Dios, nuestro Señor murió por el pecado del mundo, tomando nuestros pecados haciéndolos suyos. Bien decía el apóstol Pablo: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:21).
Que quita el pecado del mundo: Hasta entonces ningún pecado había sido verdaderamente borrado, así lo declara la Palabra de Dios: «porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (Hebreos 10:4). Los sacrificios a lo sumo podían cubrir los pecados, pero no quitarlos. Solo la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).
El Cordero de Dios tomó nuestro lugar y por eso es digno de ser alabado. No permitamos que pase este día sin darle la gloria que merece.
コメント