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El desinterés de nuestros días

Actualizado: 27 feb



Con cada día que pasa, hablarle a las personas del mundo acerca de Cristo, se hace cada vez más difícil, pues nadie quiere saber de Dios. Quizás esto pasa porque actualmente, las personas quieren hablar y ser escuchadas, pero nadie quiere escuchar lo que otros dicen. Aunque, bueno, el mundo siempre ha rechazado a Dios, por eso el Señor dijo:


Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. (Juan 15.18)

La norma es que el mundo rechace a Dios y a su Palabra. Sin embargo, es muy doloroso que como creyentes no estamos siendo muy diferentes al mundo. Digo esto, porque, hoy en día, queremos el amor de Dios, pero no su justicia y santidad. Queremos las bendiciones de Él, pero no la obediencia que nos demanda. En otras palabras, queremos solo las cosas buenas que nos da, pero no las malas. Ya que únicamente queremos gozarnos en las cosas buenas que nos da, pero no padecer por su nombre. Cuando deberíamos pensar y hablar de esta forma:


Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? (Job 1.21; 2.10 LBLA)

Seamos sinceros, porque entre los creyentes de hoy, hay cada día menos interés en leer las escrituras; en escuchar la verdad, en obedecer a Dios; en buscar a Dios en oración en las mañanas, etc. Ya nadie quiere llevar el nombre de Cristo a todas partes. Solo deseamos parecer cristianos y no ser cristianos de la manera como Dios nos demanda en su Palabra.


Estas palabras las digo con mucho dolor. Me duele profundamente el desinterés de tantos hermanos y lo inconstantes que somos para las cosas del Señor. Cada cierto tiempo me pregunto ¿acaso creemos que Dios nos va a recibir si vivimos vidas como a nosotros se nos antojan y no conforme sus estándares?


Así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efesios 5.25b–27)

Porque esa es la iglesia que Cristo vendrá a buscar, sin mancha y sin arruga. No una novia con el vestido sucio de haberse revolcado en la inmundicia del pecado y del mundo. Mis hermanos, la segunda venida del Señor está cada día más cerca y nosotros estamos cada vez más dormidos, así como en la parábola de las 10 vírgenes. Aunque pareciera que en estos días, ni siquiera la mitad de nosotros tiene aceite de reserva. E incluso pareciera que todas las lámparas se han apagado.


La noche ya casi llega a su fin; el día de la salvación amanecerá pronto. Por eso, dejen de lado sus actos oscuros como si se quitaran ropa sucia, y pónganse la armadura resplandeciente de la vida recta. Ya que nosotros pertenecemos al día, vivamos con decencia a la vista de todos. No participen en la oscuridad de las fiestas desenfrenadas y de las borracheras, ni vivan en promiscuidad sexual e inmoralidad, ni se metan en peleas, ni tengan envidia. Más bien, vístanse con la presencia del Señor Jesucristo. Y no se permitan pensar en formas de complacer los malos deseos. (Romanos 13.12–14 NTV)

Mis hermanos ¡despertemos! Y tengamos nuestras lámparas ardiendo con aceite de repuesto para que cuando venga el esposo le estemos esperando. Todavía nos queda tiempo, aún podemos estar listos, pero estamos contra reloj y no debemos demorar más.


En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. (Eclesiastés 9.8)

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