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El dolor y la tristeza




He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él. (Isaías 57:18)


Los versículos del 1 al 5, de Rut, capítulo uno, nos relatan los tristes eventos en la vida de Noemí, quien perdió a su esposo y dos hijos cuando se mudaron a tierra de Moab producto de una hambruna. Durante los diez años que vivieron allí, sus hijos de esta mujer se casaron con mujeres moabitas, cosa que Dios les había prohibido (Dt 23:3). Amargada como estaba, Noemí decidió volver a su tierra natal después de saber que en su pueblo se había acabado la escasez de alimentos (Rut 1:3–5).


Al llegar a Belén, todos reconocieron que era Noemí, pero ella les decía: «No me llamen por así, díganme Mara», que significa amarga (Rut 1:20). La muerte de sus seres amados la dejó en una profunda amargura. Claro, este tipo de situaciones son aprovechadas al máximo por Satanás, pues busca que las personas (ya sean creyentes o no) terminen por quitarse la vida debido a la desesperanza. 


Ahora, es interesante notar que Rut, a pesar de que se había quedado viuda y que también estaba triste por la pérdida de su marido, sin embargo, eso no la detuvo para ir con su suegra y dejar su tierra y su parentela con tal de cuidarla. Es normal vivir el duelo luego de perder a alguien, pero quedarse por mucho tiempo en aquel dolor, por así decirlo, sin que la herida sane, no es normal. Lo que como creyentes debemos hacer es permitir que Dios Padre nos consuele, pues bien dice su Palabra:


Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. (2 Corintios 1:3–4)


Nadie podrá consolarnos de mejor manera que Él; y no importa cuán grande sea nuestro dolor, Dios está esperándonos con los brazos abiertos para cargar con nuestro dolor, pues bien dijo el Señor: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28 NTV).


¿Hay pesar en nuestros corazones? ¿Estamos deprimidos? Llevemos ese dolor y esas cargas a los pies de Dios, porque bien dice su Palabra: «Tú, deja tus pesares en las manos del Señor, y el Señor te mantendrá firme; el Señor no deja a sus fieles caídos para siempre» (Salmos 55:22 RVC).

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