La palabra de Cristo, more en abundancia en vosotros… Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:16-17)
El domingo que Cristo resucitó nació un nuevo día: el día del Señor, consagrado como “el primer día de la semana”. Esta expresión nos recuerda su periodicidad semanal. 52 veces al año somos invitados a vivirlo en recuerdo de la victoria de Aquel que triunfó sobre la muerte. La celebración de la Cena es un poderoso testimonio de esto.
Escribiendo a los creyentes de Corinto respecto a los pobres, el apóstol Pablo también les pidió que cada primer día de la semana cada uno pusiera aparte algo según hubiera prosperado, para ayudar a los más necesitados: «Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado» (1 Corintios 16:2). Ese día era reconocido como el día del Señor, y en lugar de seguir con sus propias tareas, los creyentes se ocupaban de las cosas del Señor. Y Él mismo honraba las reuniones cristianas con su presencia. También escogió un domingo para dar al apóstol Juan su Revelación (Apocalipsis 1:10).
El cristiano es, pues, invitado a adorar y a servir al Señor el domingo, a liberarse de todo lo que somete o distrae su espíritu el resto de la semana, a eliminar todo lo que es incompatible con el carácter de ese día. Mucho más que si me lo impusiera una ley, es un privilegio y un verdadero gozo respetar ese día y honrar al Señor. Alabarlo, adorarle, escuchar su Palabra, orar con mis hermanos cristianos, dar testimonio de su gracia, consolar a los que están solos, ayudar a los que pasan por angustias, básicamente es la respuesta del corazón a Cristo.
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