Esfuércense por entrar por la puerta angosta del reino de Dios, porque muchos tratarán de entrar pero fracasarán. (Lucas 13.24 NTV)
En 1 Reyes 10.1–13 encontramos la historia de la reina de Sabá y de cómo viajó hasta Jerusalén.
Esta reina, de quien desconocemos su nombre, vino desde un reino muy lejano. Los eruditos concuerdan en que este reino estaba ubicado en lo que hoy se conoce como Yemen. País que está al sur de Arabia Saudita. Y si uno hace el ejercicio de medir la distancia desde una ciudad llamada Saná, la cual está cerca de las ruinas de la que posiblemente fuera la capital de aquel reino; hay unos 2.030 km yendo en línea recta hasta Jerusalén. Así que, podremos comprender que este fue un viaje de varias semanas, si es que no meses.
¿Qué la llevó a hacer un viaje que le tomó semanas, si es que no meses? La respuesta la encontramos en el primer versículo de este relato: «Oyendo la reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre de Jehová, vino a probarle con preguntas difíciles» (1 Reyes 10.1 RVR60). Esta reina fue atraída por lo que oyó de Salomón y de cómo Dios le había dando muchísima sabiduría; aunque ella no creía lo que había oído, ya que así lo dice ella misma:
Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído. (1 Reyes 10.6–7 RVR60)
¿Qué enseñanza nos deja esta reina? Por lo menos tres. La primera es que a pesar de ser una reina, no fue un impedimento para buscar a Dios de todo corazón. Si bien era la regenta de su país o reino, eso no impidió que hiciera un alto en sus múltiples funciones con tal de acercarse al Dios de Israel y ver la sabiduría que había dado a Salomón. ¿Existe algún impedimento en su vida que no le deje acercarse a la presencia de Dios cada día?
Lo segundo se relaciona con esto. Los creyentes muchas veces no somos capaces de hacer ningún tipo de esfuerzo por acercarnos a Dios o para oír más de Él. Queremos que sea Dios quien se acerque a nosotros, mientras que nos quedamos cómodamente en nuestras camas o sofás. No obstante, el Señor nos dijo: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta del reino de Dios». Esta reina viajó más de 2 mil kilómetros por una tierra completamente desierta, sin siquiera saber si lo que encontraría satisfacería sus dudas y anhelos. Mientras que nosotros ni siquiera somos capaces de abrir nuestras Biblias, aunque sea una vez al día. ¿Qué esfuerzo hacemos para acudir a la presencia de Dios? ¿Hacemos alguno?
Lo tercero, es que ella se acercó a ver a Salomón con muchísimos regalos, pues trajo a lo menos 4 toneladas de oro, piedras preciosas y especias; de estas dos últimas no sabemos qué cantidad trajo, pero sí que era mucha cantidad. A lo que quiero apuntar es que muchas veces únicamente nos acercamos a Dios para pedir, pero jamás nos acercamos a Él para ofrecer adoración. ¿Preparamos un presente de adoración a Dios? ¿Acaso no es digno el Señor Jesús de ser adorado por toda la eternidad?
Aprendamos del ejemplo de esta reina y practiquemos lo que ella hizo. Así que, esforcémonos a entrar por la puerta angosta.
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