El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio. (Proverbios 11:30)
Este versículo nos habla de la influencia poderosa que puede tener una vida vivida en justicia delante de Dios. El «fruto del justo» no es solo algo que beneficia a la persona que lo produce, sino que es como un árbol de vida que nutre y da vida a otros. En la Biblia, los árboles a menudo simbolizan fortaleza, crecimiento y provisión. Así también, el fruto de una vida justa —las acciones y el carácter de una persona transformada por Dios— es como un árbol que provee sombra, protección y sustento espiritual para aquellos que están a su alrededor.
En nuestras vidas diarias, la forma en que vivimos como hijos de Dios tiene un impacto profundo en las personas que nos rodean. El fruto que producimos, como el amor, la paciencia, la bondad y la fidelidad (Gálatas 5:22–23), tiene el poder de dirigir a otros hacia el camino de la vida eterna. Aquellos que están hambrientos de paz, de verdad, y de significado, encontrarán en nosotros, los justos, el reflejo del amor y la misericordia de Dios. Esto es parte también de ser luz y sal del mundo (Mateo 5:13–16).
La segunda parte del versículo enfatiza la sabiduría de «ganar almas». Este llamado a la evangelización nos recuerda que parte de nuestra misión como cristianos no es solo vivir vidas justas, sino también compartir el evangelio con los que nos rodean. Es sabio aquel que entiende la importancia de traer a otros a los pies de Cristo, ya que no hay mayor tesoro en este mundo que el regalo de la salvación.
Dios nos llama a ser ese «árbol de vida» un testimonio vivo de su gracia y poder redentor. Que cada uno de nosotros examine hoy su vida, y pregunte: ¿Estoy produciendo fruto que bendice a otros? ¿Estoy buscando la oportunidad de ganar almas para Cristo?
Oremos para que nuestras vidas sean un reflejo del amor de Dios, y que Él nos guíe en la sabiduría de ganar almas, para su gloria y honra.
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