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El pan de vida




Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:35)


Un hermano relató una celebración particular de la cena del Señor, él dijo lo siguiente: El domingo escogido para celebrar la «comunión mundial», nuestro pastor usó una lección práctica para comunicar un potente mensaje. En lugar del pan acostumbrado que se utiliza en la cena del Señor, había en la mesa una canasta grande que tenía una variedad de hogazas de pan. Cuando se distribuyó el pan en la congregación, algunos de nosotros recibimos un pedazo de tortilla mexicana, mientras otros tomaron un trocito de pan negro, pan pita, de chapati o de pan de centeno. El pan procedente de todas partes del mundo nos recordó nuestra unidad con los creyentes en Cristo de todas partes que estaba recordando la muerte del Señor.


El Señor Jesús también usó el pan para enseñar una poderosa verdad sobre sí mismo. Después de haber hecho el milagro de alimentar a miles de personas (5.000 varones), el Señor declaró su verdadera misión, diciendo:


Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. (Juan 6:51)


Esto nos deja en claro que Cristo no murió por ningún grupo en particular, sino que Dios su vida en la cruz para que personas de todas las tribus, lenguas y naciones pudieron encontrar la vida por medio de la fe en Él (Apocalipsis 5:9).


Así que un día como hoy, cuando escuchemos las palabras: «Tomad, esto es mi cuerpo» (Marcos 14:22), demos gracias por el pan de vida ofrecido por los pecados de todo el mundo; adoremos a aquel que es digno de toda alabanza, pues su obra es perfecta y todo suficiente para dar vida nueva.


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