El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina. (Proverbios 29:1)
Este versículo del libro de Proverbios es una advertencia solemne para todos aquellos que endurecen su corazón ante la corrección de Dios. Nos habla de la severidad del juicio que cae sobre quien, repetidamente, rechaza las advertencias de Dios. La «cerviz» mencionada en el versículo se refiere al cuello, símbolo de obstinación y orgullo. En el contexto espiritual, representa la actitud de aquellos que, por orgullo o terquedad, no se humillan ante Dios, ni reconocen sus pecados. Este tipo de actitud puede llevar a consecuencias irreparables.
Su Palabra nos enseña que Dios es misericordioso y paciente. Él nos corrige con amor para guiarnos en el buen camino, porque quiere que seamos conformados a su carácter. Sin embargo, cuando endurecemos el corazón y rechazamos dicha corrección, nos ponemos en peligro de caer en un juicio repentino y definitivo. Por eso se nos dice: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:5–6).
Dios usa diversos medios para corregirnos: Su Palabra, las circunstancias, y las exhortaciones de hermanos en la fe. Si persistimos en ignorar estos llamados, llegará un momento en que el juicio será inevitable, y como el texto indica, «no habrá para él medicina».
Preguntémonos, hermanos: ¿Estoy escuchando y respondiendo a la corrección de Dios o estoy endureciendo mi corazón? ¿Estoy dispuesto a dejar mi orgullo y aceptar la disciplina amorosa de mi Padre celestial?
Dios siempre nos llama al arrepentimiento porque nos ama y desea nuestra restauración. Si escuchamos su voz hoy, no endurezcamos nuestro corazón, tal como lo hizo el pueblo de Israel (Salmos 95:8), sino que corramos a Él en humildad, confiando en que su gracia siempre está disponible para los que se arrepienten.
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