Un poco de sueño, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para descansar, y vendrá tu pobreza como caminante, y tu necesidad como hombre armado. (Proverbios 24:33–34)
En estos versículos, Dios nos advierte sobre los peligros de la pereza. Las pequeñas decisiones diarias —como dormir un poco más, postergar nuestras responsabilidades, o simplemente dejar las cosas para después— pueden acumularse y traer consecuencias serias.
La imagen de «un poco de sueño» parece inofensiva, pero este descanso excesivo se compara con un ladrón que se acerca sin que lo veamos venir. La pereza no solo afecta nuestras finanzas, como lo indica el texto al hablar de «pobreza», sino que también tiene un impacto espiritual y emocional. Nos volvemos negligentes en nuestra relación con Dios, en el servicio a los demás y en la obediencia a su Palabra.
¿Hay áreas de nuestras vidas donde estemos permitiendo que la pereza entre sutilmente? A veces pensamos que posponer, por ejemplo, nuestro tiempo de oración y lectura de su Palabra, no tendrá mayores consecuencias, pero este hábito puede robarnos tiempo valioso que Dios ha puesto en nuestras manos para avanzar en su propósito.
Dios nos llama a ser diligentes, no solo en nuestras actividades diarias, sino también en nuestra vida espiritual. La Biblia nos anima a buscar a Dios temprano, pues dice: «Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas» (Salmos 63:1).
Si hemos caído en la pereza, primero, pidamos a nuestro Señor que nos perdone por los momentos en que hemos permitido que esta controle nuestras vidas, y para que nos ayude a ser diligentes en todo lo que hacemos y a mantenernos enfocados en Él. Que podamos aprovechar cada día que nos da para avanzar en esta carrera espiritual.
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