Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra. (Zacarías 4:10)
Muchas de las grandes cosas que se han logrado para Dios han tenido pequeños comienzos. El escritor Mike Yaconelli ilustró este principio escribiendo sobre un adolescente que sentía una carga en su corazón por las personas desamparadas de la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos. Dicho joven decidió ir por todo el vecindario para reunir mantas, las cuales dio a las personas que se encontraban en situación de calle. A la semana siguiente hizo otra colecta. Al poco tiempo, otros imitaron su ejemplo. Como resultado de ese primer acto pequeño, hoy existe una organización que da mantas a personas desamparadas en todo el mundo.
Cuando Zorobabel recibió el llamamiento para reconstruir el templo de Dios que estaba en ruinas, una de las primeras cosas que hizo, con la ayuda del pueblo, fue echar el fundamento, piedra sobre piedra. Muchos ciudadanos que tenían la vista corta se opusieron a esos esfuerzos básicos y «menospreciaron el día de las pequeñeces», tal como dice en el versículo del encabezado. No obstante, Dios prometió éxito a Zorobabel, no por mero poder y fortaleza humanos, sino por su Espíritu.
A veces pensamos que somos muy insignificantes para comenzar una obra que parece demasiado enorme. Probablemente, esto nos hace sentir abrumados por lo enorme de la tarea. Pero no seamos como aquellos que menospreciaron las pequeñeces. Y al igual que ese adolescente, podemos empezar con pequeños actos en el nombre de Cristo, esto es, una pequeña obra a la vez. Mis hermanos, lo poco es mucho cuando Dios está con nosotros ayudándonos.
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