Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia. (Colosenses 1:17–18)
Un agricultor alemán se estableció en Guatemala y prosperó. Luego de un tiempo decidió ir a visitar a su familia en Alemania. Así que ahorró el dinero suficiente y abordó un barco.
Luego de estar unos días en alta mar, notó una pequeña infección en unos de los dedos de sus pies y se dio cuenta de que una pequeña especie de pulga tropical llamada nigua había puesto sus huevos debajo de su uña, y eso le causaba una picazón e inflamación terrible. Ahora, la forma de aliviar el problema, —dijo Townsend—, es buscar una aguja, ir debajo de la uña y sacar a la nigua. Suena terrible, pero alivia el problema.
Pues bien, este agricultor alemán decidió hacerlo. Así que buscó una aguja y se sentó. Luego pensó: —Mi tío y su familia en Hamburgo nunca han visto una nigua. La dejaré donde está, la preservaré y luego cuando llegue y la vean, entonces me la sacaré. Para cuando llegó a Hamburgo el dedo estaba hinchado y el pie le dolía bastante.
Pero se lo mostró al tío Otto, quien dijo: —Vaya, a la familia entera le encantaría ver esto. Así que el hombre la dejó en el dedo hasta que toda la familia pudiera verlo. ¿Sabe lo que paso? La sangre se envenenó (septicemia) y el hombre se murió.
Muchas veces, no notamos que las cosa de Dios las dejamos en segundo plano, por ejemplo, la oración, la lectura y meditación de su Palabra, así como el congregarnos. Ponemos otras cosas delante de las de Dios. Esto es aprovechado por el viejo hombre que mora en nosotros, dejándole crecer y desarrollarse hasta que casi nos ha consumido, así como en la ilustración de hoy.
Mis hermanos, tengamos cuidado. Examinemos nuestros corazones delante de Dios, para ver si, verdaderamente, es Él quien ocupa el primer lugar de nuestras vidas o somos nosotros.
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