Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Santiago 1:2–3)
—Quiero hablarles de un regalo inusual, —dijo el padre chino a su hermosa hija de pelo negro. Ella sonrió con anticipación, pues le encantaba cuando su sabio padre le compartía lecciones especiales sobre Dios. Su padre amó a Cristo, y todos los que lo conocieron, se conmovieron con su bondad y compasión.
Él abrió una Biblia desgastada y comenzó, diciendo:
—Este don se encuentra en Filipenses 1:29. Dice: «Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él». Algo que se nos da es un regalo. Los dos dones mencionados en el versículo son: la creencia y el sufrimiento. El sufrimiento, que resulta de nuestra creencia en Dios, es un don precioso, cuyo valor se conocerá plenamente en el cielo.
La hija sonrió, —gracias, papá, —dijo mientras se acercaba para abrazarlo. —Lo entiendo.
Aquella joven creció para ser la esposa del pastor Li Dexian, quien ha sido arrestado más de veinte veces, y golpeado hasta casi la muerte por su fe. Ella continúa el trabajo con él, perseverando, porque aprendió, a una edad temprana, que el sufrimiento piadoso es un don. El Pastor Li y su esposa han ganado innumerables almas a Cristo en la China comunista, y continúan trabajando bajo una constante amenaza de arresto.
Mis hermanos, los dones de creer y sel sufrimiento son un paquete. No solo son imposibles de separar, sino que cada regalo fortalece al otro. Si se nos ha dado el don de creer en Cristo, seguiremos a Cristo. Y seguir a Cristo significa correr riesgos, ir en contra de las tendencias populares, ser incomprendido, e incluso soportar el dolor físico y emocional. La creencia a menudo nos lleva al sufrimiento.
A medida que experimentamos la misma clase de sufrimiento que nuestro Señor Jesús vivió, llegamos a conocerlo de una manera más rica y profunda. Así que, hermanos, no esperemos poder filtrar el sufrimiento de nuestras vidas, sin disminuir nuestra creencia en Cristo.
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