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El tema del bien y el mal



Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. (3 Juan 11)


El tema del bien y del mal está en el centro de las religiones. Algunas de ellas presentan a Dios como alguien que está por encima del bien y del mal, es decir, insensible al bien e indiferente al mal, lo que conduce a que sus adeptos posean a un cierto fatalismo ante el sufrimiento y a una cierta imprecisión sobre qué es realmente el bien. Por el contrario, la fe cristiana, toma muy en serio la distinción entre el bien y el mal. Los cristianos aceptamos lo que la Biblia declara: que Dios es absolutamente bueno y justo, y que es ajeno a toda forma de mal, despreciándola a tal punto de no tolerar ver lo malo (Habacuc 1:13). Dios muestra qué es el bien y condena el mal. Por ello quiere que nos conduzcamos en forma justa, buena (1 Pedro 3:16) y santa (Efesios 1:4).


En el principio, Dios creó todas las cosas buenas: el mundo, el espacio, el tiempo, el calor, el frío, los colores, los sabores, los seres vivos y sobre todo al hombre. Pero en este mundo bueno que Dios creó, el pecado del hombre degradó muchas cosas, corrompiendo así toda la creación de Dios, la cual espera ser liberada, tal como decía el apóstol Pablo a los romanos: «porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora» (Romanos 8:21–22).


Pero el pecado no solo corrompió a la creación de Dios, sino que además lo hizo con el ser humano. Bien dice su Palabra: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12). Por eso es que Dios llama al hombre para que se vuelva a Él. Y todo el mal que el hombre introdujo debido a su pecado, Dios lo castigó y juzgó en la cruz, en la persona de su Hijo, Jesús, quien no solo enseñó el bien y denunció el pecado, sino que sufrió el juicio por mi pecado. Y es a través de este sacrificio que podemos obtener la salvación de nuestras almas y el perdón gratuito e inmerecido de nuestros pecados.


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