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Envejecer



Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia. (Salmos 92:14–15)


¡Qué impresionante el testimonio de David Livingstone (1813–1873) la noche que murió! Sus hijos descubrieron que su padre, el famoso misionero, murió arrodillado junto a su cama mientras oraba. Antes de morir había escrito las siguientes palabras: «Mi Cristo, mi rey, mi vida, mi todo, a ti de nuevo dedico mi ser». Para Livingstone, cada día era otra oportunidad de servir y crecer.


Sin embargo, como regla general, en la medida que envejecemos tendemos a desanimarnos, porque nuestra fortaleza física disminuye, nuestra salud se deteriora y nuestra memoria se nubla. Pero no tenemos que desesperarnos, ya que cada día puede ser un nuevo comienzo hacia «la buena vejez». Además, envejecer puede significar madurar, crecer en la gracia y fructificar, volverse más agradable a medida que pasan los días: más tierno, menos crítico con los demás, menos impaciente con las actitudes de la generación más joven. La edad no es una limitante para Dios, ahí tenemos el ejemplo de Moisés, llamado a servirle a los 80 años (Éxodo 7:7).


Es cierto que nuestros cuerpos sufren el desgaste de los años, no obstante, este se puede compensar ampliamente con el manantial de la gracia de Dios que fluye dentro. Podemos seguir creciendo y ser espiritualmente productivos a medida que envejecemos. A los ojos de Dios, la vejez como una corona, pues dice: «​​Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia» (Proverbios 16:31).


Así que, hermanos, no oigamos las voces que nos gritan que ya no le servimos a Dios debido a la edad que tenemos. Dios puede usar a quien quiera. David, Daniel y Samuel fueron usados cuando eran muchachos. Mientras que Moisés, Aarón y Abraham, fueron usados por Dios cuando eran ya mayores. No pensemos que Él está limitado por algo tan trivial como la edad, basta con tener un corazón dispuesto a obedecer a Dios, que Él se ha de encargar del querer como del hacer (Filipenses 2:13).


No creamos al sistema mundano que nos dice que ser viejo es sinónimo de estorbo, ¡no! Envejecer significa crecer, madurar, ministrar, aventurarse a disfrutar de Dios hasta el final de nuestros días.


Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. (2 Corintios 4:16)


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