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Esperar en Dios



Pero la salvación de los justos es de Jehová, y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. Jehová los ayudará y los librará; los libertará de los impíos, y los salvará, por cuanto en él esperaron. (Salmos 37.39-40 RVR60)


Uno de los rasgos del creyente debe ser la paciencia, ya que es uno de los siete frutos del Espíritu Santo:


Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, PACIENCIA, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (Gálatas 5.22-23 RVR60)


La paciencia es uno de los frutos que cada uno de nosotros, como creyentes, deberíamos dar. Claro, este es un fruto visible, uno por el cual quienes nos rodean podrían verlo. Porque bien dijo el Señor:


Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (Mateo 7.16 RVR60)


Ahora bien, ¿qué significa esperar en Dios? Es cuando uno busca hacer la voluntad de Él, no la de uno mismo. Además, es cuando nos ponemos en sus manos y esperamos pacientemente la revelación de lo que quiere Dios de nosotros. Esta es una de las cosas más difíciles de hacer, porque siempre queremos hacer las cosas cuando nosotros queremos o sencillamente queremos hacer nuestra voluntad. Este es un viaje de aprendizaje, por así decirlo, es aprender a ceder el volante de nuestras vidas para que Dios lo dirija a su voluntad.


Sabemos que en el mundo que un artista, cuanto más único sea, mientras diferente y espontáneo sea, más aclamado es debido a su peculiaridad. Sin embargo, no es así en las cosas de Dios, porque Él quiere hijos e hijas que sean verdaderos imitadores de Él. No, mis hermanos, Dios no quiere hijos que sean originales y creativos, sino que quiere hijos que le sean 100% obedientes y que imiten en todo al Señor Jesús. Es que, Él no busca hijos que hagan lo que quieran para “mejorar la cristiandad” con su “nueva visión” de hacer las cosas; sino que su Palabra nos dice:


Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Efesios 5.1 RVR60)


Pero para poder hacer esto, debemos aprender a cederle el control a Dios y aprender a esperar en Él. Si esperamos en Dios pacientemente su voluntad, para hacerla y cumplirla a cabalidad por sobre la nuestra, estaremos honrando a Dios como a Él le agrada. Pues todo nacido de Dios tiene el deber de hacer la voluntad de aquel que le salvó por sobre la suya para tener una vida plena en Cristo Jesús, Señor nuestro, tal como Él hizo:


Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. (Juan 6.38 LBLA)


Así que, hermanos, soltemos las riendas de nuestras vidas y dejémosla en manos de nuestro Dios para poder ser hijos obedientes a Él.


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