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Examinadlo todo, retened lo bueno



Examinadlo todo; retened lo bueno. (1 Tesalonicenses 5:21–22)


Dentro de las funciones del sacerdocio levítico, estaba la función de ser guías del pueblo de Israel (Ezequiel 44:23). Ellos debían enseñarles la ley, para que así pudieran discernir lo santo de lo profano. Recordemos que en aquellos días, la Palabra de Dios estaba escrita en rollos y no estaba a disposición de todos, no como hoy en día que es muy fácil leer la Biblia. Por eso dice su Palabra: «Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría, y los hombres deben buscar la instrucción de su boca, porque él es el mensajero del Señor de los ejércitos» (Malaquías 2:7 LBLA). 


Se podría decir, entonces, que de las muchas veces en las que el pueblo de Israel se alejó de Dios, lo hicieron porque los levitas fallaron en cumplir con la comisión divina de ser guías del pueblo. Por ejemplo, en los tiempos del profeta Malaquías, Dios dice de ellos: «Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos» (Malaquías 2:8). 


Lamentablemente, en estos días vemos esta misma transgresión entre aquellos que deben guiar al pueblo de Dios. Muchos pastores,  ministros y ancianos llevan a las ovejas lejos de los buenos pastos. Mientras que otras veces, es como si le abrieran la puerta a los lobos rapaces, invitándoles a destrozar a las ovejas del redil del buen Pastor, quien es nuestro Señor Jesús.


La cristiandad ha desviado sus caminos, porque los que deberían guiarles han desviado los suyos, haciendo que otros tropiecen juntamente con ellos. Mis hermanos vivimos en tiempos muy peligrosos y muchos guías son como se menciona en la carta de Judas: «¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré» (Judas 11).


Quizás alguien se pregunte: ¿y cómo sé si quienes me guían no están en lo correcto? Existe un ejemplo muy digno de seguir y es lo que hicieron los judíos de la ciudad llamada Berea (Hechos 17:10–12). Pablo y Silas les predicaron el evangelio y ellos, antes de creer o aceptar cualquier palabra, examinaron, por así decirlo, con la Biblia en la mano, cada una de las cosas que se les decía, para ver si estaban conforme a las Escrituras. De esa forma evitaron ser engañados. Este es el este mismo mandato que tenemos todos los creyentes: «Examinadlo todo; retened lo bueno». Si hacemos esto, podremos evitar caer en engaños diabólicos fácilmente.

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