Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. (Éxodo 25:40)
Cuando tenía treinta años, Florence Nightingale, escribió en su diario: «Tengo treinta años, la edad en que Cristo empezó su misión en la tierra. Ahora se van a acabar para mí las cosas pueriles, vanas y triviales. Ahora, Señor, déjame pensar solo en tu voluntad». Años más tarde, cerca del final de su vida, alguien le preguntó cuál era el secreto de su vida. Ella contestó: «Solo puedo dar una respuesta: saber que no he negado a Dios nada de lo que me ha pedido». Hoy, su nombre, famoso no solo como promotora de la Cruz Roja en la guerra de Crimea, sino que además es reconocida como la madre de la enfermería moderna, y su labor es reconocida en el mundo entero, pero suponemos que no lo será menos en la Patria Celestial donde se encuentra hoy.
Ayer hablaba sobre la obediencia a Dios, de hacer su voluntad por sobre la nuestra, en cumplir con los compromisos que hemos tomado con Él. Pero existe otro rasgo de la obediencia que Dios nos demanda como sus hijos, la cual es hacerla con integridad. En el capítulo 25 de Éxodo, Dios le da ordenanzas a Moisés de hacer el mobiliario del tabernáculo: el arca del pacto con su propiciatorio, la mesa para el pan de la propiciación y el candelero de oro. Todo el mandamiento de Dios termina al decirle: «Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte» (Éxodo 25:40).
Mis hermanos, esto nos da una gran pista de cómo es que debemos obedecer a Dios, esto es, de la manera que Él desea que lo hagamos. Una cosa que debemos entender es que Dios no quiere hijos creativos, sino que quiere hijos obedientes. Me explico, si Dios nos ordena que algo de hacerse de cierta manera, no podemos comenzar a modificar su mandamiento con tal de adaptarlo a lo que a nosotros nos parece o nos gusta. No, la obediencia significa que yo debo hacer las cosas de la manera que se me han ordenado y no como yo creo, pienso o siento que deba hacerse. Con respecto a la obediencia, con Dios, no hay margen para «la creatividad».
Pregunto, ¿estamos obedeciendo a Dios «conforme al modelo» bíblico? O, ¿estamos adaptando la obediencia a nuestras preferencias, gustos y sentimientos?
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