Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (Santiago 4.6)
Este fue el primero de todos los pecados, ya que la soberbia fue que llevó a Satanás a querer ser igual a Dios (Isaías 14:13–14). Mis hermanos, la soberbia no es algo ligero; pues este pecado es uno de los que condujo a Sodoma a su destrucción:
He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité. (Ezequiel 16:49–51)
Y es cosa muy seria es ver a los cristianos alimentando nuestro orgullo y soberbia, por ejemplo, en las redes sociales, siguiendo los pasos de Sodoma. Mis hermanos, este es un pecado no menor, Dios nos dice en su Palabra: «Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios» (Salmos 123:4). Ser cristiano y ser soberbio son dos cosas incompatibles, porque el mandato del Señor es clarísimo: «aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29). Creo que, verdaderamente, no le tomamos el peso a lo que significa para Dios nuestra soberbia, Él la detesta, la abomina su alma. Y Él siempre humilla al soberbio, por eso nos dice:
Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios. (Proverbios 16:19)
Mis hermanos, huyamos de ese pecado, orando cada día usando las palabras del rey David: «¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión» (Salmos 19:12–13). Así que, pidámosle a Dios que cambie nuestros corazones y erradique toda soberbia de ellos, para que así no pequemos contra aquel que nos ha dado todo.
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