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Hábitos pecaminosos



Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. (Juan 8:34)


Estas palabras del Señor son tan ciertas, pues mientras más practicamos un pecado, más difícil no es liberarnos de él. Un hermano lo graficó con la siguiente historia:


Un amigo y yo, hicimos un experimento. Primero corté un hilo de algodón y amarré las puntas para hacer un lazo. Luego mi amigo levantó sus dedos índices y yo deslicé el hilo por ellos. Él hizo un poco de fuerza y los rompió como si nada. Después amarramos dos hilos juntos. Estos también se rompieron con facilidad, aunque necesitó usar más fuerza. Sin embargo, cuando amarré tres hilos juntos, no los pudimos romper sin cortar nuestra piel.


Los hábitos pecaminosos son así. Estos comienzan como telas de araña, pero si no le ponemos atajo, pueden terminar como gruesos cables casi imposibles de romper. Mientras más repitamos un pecado, más difícil será dejarlo de lado. Con hábitos pecaminosos no necesariamente me refiero al alcohol, al cigarro o las drogas, sino que me refiero a cosas «más inofensivas» como el enojo, la mentira o los chismes.


Mis hermanos, el Señor Jesús, no solo vino a este mundo a perdonar nuestros pecados, sino que también vino a romper el poder que estos tienen sobre nosotros. Recordemos que su Palabra nos dice que únicamente en Él hay verdadera libertad (Juan 8:36). Y cuando somos salvados por el Señor, no solo recibimos perdón, sino también recibimos liberación de nuestros pecados; no obstante, Él nos pide algo a cambio: que estemos dispuestos —con su ayuda, claro— a formar nuevos hábitos, tal como dice su Palabra:


Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. (Romanos 6:19)


¿Estamos luchando contra nuestros hábitos pecaminosos? Mis hermanos, dejemos que Dios nos ayude a cultivar nuevos hábitos de justicia. Y si somos constantes en leer, estudiar y obedecer su Palabra, además de orar diariamente pidiendo su ayuda, Él acabará con aquellos obstinados hábitos pecaminosos.


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