Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. (Lucas 21:27)
La Segunda Venida de Cristo es uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana. Es una promesa que ha sostenido a los creyentes a lo largo de los siglos, una esperanza viva que nos impulsa a perseverar en nuestra fe y en nuestra vida diaria (1 Tesalonicenses 4:18). En medio de un mundo lleno de incertidumbre, dolor y desesperanza, la promesa del regreso de nuestro Señor es un faro de luz que nos recuerda que no estamos solos, y que hay un futuro glorioso que nos espera, y que, sin importar lo duro de las circunstancias presentes, un día estaremos junto a Él.
La Escritura nos enseña que el Señor Jesús vendrá nuevamente, ya no como el Cordero sacrificado, sino como el Rey de reyes, que viene para imponer su reinado. Su regreso marcará el fin del sufrimiento, de la injusticia y del pecado. Será un momento de restauración, donde toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:10–11).
Esta esperanza no es solo un consuelo para tiempos difíciles, sino una motivación para vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios aquí y ahora. Como creyentes, somos llamados a vivir en santidad y a mantenernos firmes en la fe, sabiendo que nuestro esfuerzo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:58).
Y la certeza del regreso de Cristo también nos insta a ser testigos fieles del Evangelio. Sabemos que este mundo no es nuestro hogar definitivo, pero debemos compartir la buena noticia de salvación con aquellos que aún no conocen a Jesús, para que ellos también puedan gozar de esta maravillosa esperanza. Su segunda venida será un evento glorioso para los que le aman, pero también un momento de juicio para aquellos que han rechazado su gracia.
Mis hermanos, ¿vivimos como quienes esperan la venida de su Señor? ¿O vivimos vidas como las de aquellos que no tienen esta esperanza? Comprometámonos a vivir de una manera que refleje la anticipación de su regreso, siendo un testigo fiel y compartiendo el amor de Cristo con aquellos que nos rodean, principalmente, a través del evangelio Santo.
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