Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1)
Este pasaje hace una representación gráfica de nuestra vida de fe: es una carrera. Sin embargo, a menudo tendemos a malinterpretar esta figura, puesto que creemos que la vida espiritual es una serie de logros rápidos, como un sprint (carrera corta), donde la meta se alcanza tras recorrer unos pocos metros. No obstante, su Palabra nos revela una verdad diferente: nuestra fe es más parecido a un maratón, una carrera de fondo que requiere paciencia, perseverancia y resistencia.
Si nos preguntamos: ¿Por qué queremos correr un sprint? Podemos dar varias respuestas. La primera es que vivimos en un mundo que busca resultados rápidos. La gratificación instantánea se ha convertido en la norma, y esto, lamentablemente, ha permeado también a los creyentes. Lo segundo, tiene que ver con la impaciencia propia de nuestra naturaleza humana. A veces nos olvidamos que el crecimiento espiritual es un proceso gradual, y que Dios obra en nuestros corazones, en sus tiempos y no en los nuestros (Isaías 55:9).
Para poder correr con paciencia esta «maratón», también necesitamos perseverancia, y que es de lo que muchas veces carecemos. El Señor, en Mateo 24:13, dijo: «Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo». Para correr esta carrera de fe que nos tomará todo el tiempo que estemos viviendo en este mundo, necesitamos que Dios nos dé la fuerza para ser perseverantes.
Entonces, ¿cómo correr con paciencia la carrera de la fe? Primeramente, fijar los ojos en el Señor Jesús, Hebreos 12:2, dice: «Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe». Segundo: «Despojarnos de todo peso». Esto incluye el pecado, las preocupaciones y cualquier cosa que nos distraiga de nuestra relación con Dios. Finalmente, la paciencia, esta se desarrolla en medio de las pruebas:
Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Y la paciencia tiene que tener una obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2–4)
Entonces, al correr con paciencia y perseverancia, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús, llegaremos a la meta final. Recordemos que Dios está con nosotros en todo momento y nos dará la fuerza que necesitamos para completar la carrera.
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