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La Fidelidad Inquebrantable de Dios



Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo. (2 Timoteo 2:13)


La fidelidad de Dios es una de las verdades más reconfortantes y asombrosas que encontramos en las Escrituras. En 2 Timoteo 2:13, el apóstol Pablo nos recuerda que, incluso cuando somos infieles, Dios permanece fiel. Esta sola declaración nos permite vivir confiados, sabiendo que nuestro Dios no cambiará el día de mañana con respecto a nosotros o a sus promesas.


Ahora, la fidelidad es parte integral del carácter de Dios. Esto significa que Él es fiel porque no puede ser de otra manera, ya que, básicamente, es parte de quién es, de su esencia. Números 23:19 dice: «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?» La infalibilidad de Dios significa que sus promesas y sus palabras son absolutamente seguras. No importa nuestras fallas o debilidades, Él siempre cumplirá con lo que ha dicho. 


Aunque claro, no podemos usar esto como excusa para pecar, porque bien nos dice su Palabra en romanos: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Romanos 8:5–8).


La fidelidad de Dios nos da la seguridad de saber que aunque pequemos, tenemos un abogado fiel que intercede por nosotros (1 Juan 2:1).


Así que, hermanos, descansemos en esta verdad, sintiéndonos completamente seguros de que aquel que nos ha salvado es la expresión máxima de fidelidad, y nunca cambiará. 

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