Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrendas, y venid a sus atrios. Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; temed delante de él, toda la tierra. (Salmos 96:7–9)
En este pasaje, se nos llama a tributar a Dios la gloria que le corresponde. Pero notemos algo, esto no es una sugerencia, sino un mandato divino. El Señor, que es Todopoderoso, merece recibir de su pueblo la honra, la alabanza y la adoración. Cuando nos acercamos a Él, debemos hacerlo con reverencia, conscientes de su majestad y santidad.
Sin embargo, ¿cómo podemos hacer esto? En nuestras vidas diarias, cada pensamiento, palabra y acción debe reflejar nuestro respeto y reconocimiento de su soberanía. No es solo durante el tiempo que pasamos en la iglesia, sino en cada aspecto de nuestra vida donde Dios merece ser glorificado. Nuestras ofrendas, ya sean materiales o espirituales, deben ser dadas con corazones sinceros, reconociendo que todo lo que tenemos y somos proviene de su mano (1 Corintios 4:7).
Cuando el salmista dice «adorad a Jehová en la hermosura de la santidad», nos está llamando a adorar a Dios con un corazón puro. ¿Por qué? Porque la santidad de Dios es perfecta, y cuando nos acercamos a Él, debemos hacerlo con humildad y un corazón que busca reflejar esa santidad. Este tipo de adoración no se limita a rituales o palabras vacías, sino que debe brotar de un corazón que ha sido transformado por la gracia de Dios.
Finalmente, dice: «temed delante de Él, toda la tierra», esto nos recuerda que debemos tener un temor reverente hacia Dios. Este temor no es de terror, sino de respeto profundo y asombro ante su grandeza, justicia y santidad. Como creyentes, vivimos en una era que tiende a minimizar la santidad de Dios, pero este pasaje nos insta a recordar que Él es digno de temor y reverencia.
Entonces, mis hermanos, ¿cómo estamos tributando a Dios la gloria debida a su nombre en nuestras vidas cada día? ¿Estamos adorándolo con un corazón sincero, reconociendo su santidad y temiendo delante de su presencia? Mis amados, examinémonos si nuestros pensamientos y acciones están tributando esa gloria que nuestro Dios nos demanda y merece. Asegurémonos de que todo lo que hacemos sea para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).
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