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La gloria es de Dios



Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte. (1 Corintios 1:27)


Charles Colson, consejero del presidente de los Estados Unidos, pasó de los honores del poder a la cárcel. En 1973, cuando estalló el escándalo de Watergate, el presidente tuvo que dimitir y su consejero fue enviado a la cárcel. Con respecto a esto, Charles Colson escribió: «Vi mis pecados publicados despiadadamente en las portadas de los periódicos de todo el mundo. Tomé consciencia de la triste realidad del corazón humano y de mí mismo: era un pecador».


Más adelante experimentó la liberación que dan la fe en Jesucristo y el perdón divino. Entonces su vida cambió radicalmente. Dejó de ser ese político despiadado y pasó a ser un hombre compasivo; fundó la asociación «Prison Fellowship» (Confraternidad carcelaria), para ayudar a los presos y a sus familias.


Esta trayectoria excepcional lo hizo llegar a una conclusión: «Mi vida había sido el ejemplo perfecto del éxito, el cumplimiento del gran sueño americano. De repente comprendí que Dios no había empleado mi éxito para ayudar a los presos, sino que debido a mi mayor humillación (mi condena en la cárcel), mi vida empezó a ser útil a Dios. Para mostrar Su gloria, empleó precisamente el periodo de mi vida del cual yo no podía gloriarme. Al perder todo lo que, a mis ojos, hacía de Charles Colson alguien importante, encontré el ser verdadero que Dios quería que fuese, y el verdadero objetivo de mi vida».


Mis hermanos, la gloria es de Dios, no nuestra. No importa qué cargo ocupemos o qué tan importantes seamos, qué hayamos hecho o qué hayamos dejado de hacer, todo cuanto somos y hemos hecho, es únicamente gracias a que Dios nos ha permitido hacerlo. Esto es porque ya no somos nuestros, bien lo decía Pablo a los romanos: «Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4).

Somos útiles a Dios y le damos gloria cuando ya no buscamos la nuestra, sino la suya, cuando vivimos para Él y no para nosotros. ¿Es así como estamos viviendo?


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