No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad. (Salmos 115:1)
En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la tentación de atribuirnos méritos por lo que logramos: éxitos en el trabajo, logros académicos, relaciones prósperas. Sin embargo, la Palabra de Dios nos recuerda constantemente que toda gloria y honra pertenecen únicamente a Él. Cuando intentamos robarle esa gloria atribuyéndonos el crédito de nuestras victorias, nos estamos colocando en una posición peligrosa, alejándonos de la humildad que Dios desea ver en nosotros.
Dios es soberano y celoso de su gloria. Él no comparte su majestad con nadie, ni con nosotros, ni con ídolos creados por manos humanas, pues dice su Palabra: «Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas». (Isaías 42:8). Este versículo nos enseña que cuando intentamos apropiarnos del honor que le pertenece a Dios, estamos siendo ladrones de SU gloria, la que únicamente le pertenece a Él.
El Señor Jesús —nuestro ejemplo perfecto—, dijo: «Gloria de los hombres no recibo» (Juan 5:41). ¿Por qué dijo eso, si es Dios? Él mismo dijo en Juan 8:50, «yo no busco mi gloria», puesto que Él vino para dar gloria a su Padre. Y nosotros, por tanto, debemos hacer lo mismo, vivir para glorificar a nuestro Dios. En 1 Corintios 10:31, su Palabra nos exhorta a que «si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios».
Todo lo que hacemos debe ser para exaltar y honrar a Dios, no a nosotros mismos. Porque ya dije, cuando buscamos la gloria para nosotros, estamos robando lo que pertenece a Dios. En Jeremías 9:23-24, Dios nos dice: «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero».
Es fácil caer en la tentación de buscar la gloria para nosotros mismos, pero la Biblia nos recuerda que toda la gloria le pertenece únicamente a Dios. Así que, hermanos, que todo lo que hagamos, ya sea grande o pequeño, recordemos que es Dios quien nos capacita y nos bendice, y que toda la alabanza y honor deben ser dirigidos a Él, no a nosotros.
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