Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, Él afilará su espada; armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. Asimismo, ha preparado armas de muerte, y ha labrado saetas ardientes. (Salmos 7:11–13)
Este pasaje nos revela una verdad solemne: Dios es un juez justo y su ira está dirigida hacia el impío, no a veces, sino cada día. En nuestra sociedad actual, a menudo se evita hablar del juicio de Dios o de su ira contra el pecado. Sin embargo, este salmo nos recuerda que nuestro Dios no es indiferente al mal y a la injusticia, pues Él es un Dios santo que no puede ignorar el pecado, y su justicia demanda que el mal sea castigado.
A diferencia de los jueces humanos que pueden cometer errores o ser influenciados por prejuicios, Dios es un juez perfecto, justo y santo, por tanto, no tiene miramientos para con la injusticia. La santidad de Dios exige justicia, y es esta justicia la que mueve a Dios a actuar contra el pecado. Su ira no es caprichosa ni injustificada; es la respuesta justa y necesaria contra la maldad.
Es cierto, Dios siente ira contra sus criaturas pecadoras, no obstante, les ofrece misericordia a aquellos que se arrepienten y se vuelven a Él. Sin embargo, en los versículos 12 y 13, vemos una advertencia clara: si el pecador no se arrepiente, Dios afilará su espada y preparará sus armas de juicio. Esto es un llamado urgente al arrepentimiento.
Dios en su paciencia nos da tiempo para volvernos a Él, pero no podemos ignorar que su juicio es inevitable si continuamos en la rebelión. El arrepentimiento genuino implica un cambio de corazón y un abandono del pecado para vivir en obediencia a Dios.
Este pasaje nos invita a examinar nuestras vidas a la luz de la justicia divina. El tiempo de la misericordia aún está abierto, pero no debemos abusar de la gracia de Dios. Si hay pecado en nuestras vidas, hoy es el día para arrepentirnos y buscar su perdón. No podemos olvidar que el Dios que ama también es el Dios que juzga, y no porque nos ame, pasará por alto el pecado. Venga pronto a Cristo antes de que sea demasiado tarde.
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