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La manera bíblica de alabar a Dios




Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. (Salmos 100:1–2, 4).


Cuenta D. L. Moody que estuvo en cierta ocasión predicando en un pueblo del norte de Escocia, en una iglesia famosa por el canto de los salmos a voces en sus cultos: «Tenían un edificio muy grande —dice— con capacidad para todo el pueblo, unas dos mil quinientas almas. Fue maravilloso, jamás había escuchado cantar el Salmo veintitrés de una manera tan sublime. Dos mil quinientas personas cantando a voces en perfecta armonía. Terminé de predicar, y dije: 

—¿Cuántos de los que habéis cantado tan magistralmente este salmo lo habéis hecho de corazón? Me gustaría que todos los que han cantado de corazón cada una de sus palabras se pusieran en pie y lo cantaran de nuevo. No creo que se levantaran más de cincuenta personas. Y cuando cantaron, el resultado armónico musical fue horrible». Y es que una cosa es cantar «Jehová es mi Pastor», y otra muy distinta creerlo de corazón.


¿Alguna vez ha oído —o quizás usted mismo lo ha dicho— cuando un creyente dice: «no me gusta cantar porque lo hago muy mal»? Yo sí, sin embargo, el mandamiento de Dios de cantar y alabar con alegría y gozo, este mandamiento no va dirigido únicamente a los que tienen buenas voces, ni a los que les gusta cantar, es para todos, y lo que debemos notar es que hace hincapié en el trasfondo del canto, no en la ejecución, pues dice: «Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón» (Salmos 32:11).


El mandamiento para todo creyente es adorar y alabar con gozo, alegría, con corazón contento a su Dios, y hoy, especialmente, a nuestro Salvador, el Señor Jesús, independiente si tenemos buena voz o no.


Así que, hermanos, propongamos en nuestros corazones obedecer este mandamiento de Dios, cantando, adorando y alabando a Altísimo con gozo, regocijo y alegría. Acudamos a la presencia del Señor como Él se lo merece. 

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