La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (Colosenses 3:16)
En este versículo, Dios nos invita a que la Palabra de Cristo more en nosotros en abundancia, pero ¿qué significa esto? Implica que nuestras vidas estén llenas y guiadas por las enseñanzas del Señor Jesús, no solo como una idea o conocimiento superficial, sino como una verdad que transforma todo lo que somos. La palabra «habite» sugiere permanencia, esto implica que las palabras de Cristo deben estar constantemente en nuestros corazones y mentes.
Cuando la Palabra de Cristo habita en nosotros, comenzamos a reflejar al Señor y, además, podemos compartirla, enseñándonos y exhortándonos unos a otros. Esto es clave en la vida cristiana, pues somos llamados a crecer juntos en sabiduría, animándonos mutuamente en nuestra fe (1 Tesalonicenses 5:11). La iglesia local es un lugar donde el Espíritu de Dios se manifiesta a través de las Escrituras que compartimos con nuestros hermanos.
El versículo también nos exhorta a cantar «con gracia en vuestros corazones». Muchos se restringen de cantar, porque dice «que lo hacen mal». Sin embargo, los cánticos, salmos e himnos son expresiones de adoración, no solo con nuestros labios, sino desde lo profundo de nuestro ser. Por tanto, cuando alabamos a Dios, estamos recordando y proclamando su bondad y su verdad. Es una forma de que su Palabra se haga aún más real en nuestras vidas.
Así que, hermanos, reflexionemos hoy sobre cómo estamos permitiendo que la Palabra de Cristo habite en nosotros. ¿La leemos solo para cumplir un ritual o está profundamente arraigada en nuestras decisiones y actitudes? Pidamos al Señor que su Palabra sea una luz que guíe nuestros pasos, para que, con sabiduría, podamos enseñarnos y exhortarnos mutuamente, viviendo una vida de alabanza continua a su nombre, «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efeios 4:13).
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