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La resurrección de Cristo y nuestra esperanza eterna



Mas si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. (1 Corintios 15:12–14)


La resurrección del Señor Jesucristo es el fundamento central de nuestra fe cristiana. Sin ella, todo lo que creemos sería en vano, y nuestras esperanzas eternas se desmoronarían. En 1 Corintios 15, El Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, responde a una preocupación crucial: si no hay resurrección de los muertos, entonces ni siquiera Cristo habría resucitado, lo que implicaría que la predicación del evangelio carecería de valor, y nuestras vidas como creyentes no tendrían ningún sentido eterno.


Cristo resucitó de entre los muertos, demostrando su poder sobre el pecado y la muerte. Esto no es solo un evento histórico, sino una verdad espiritual que nos da una seguridad incomparable. Al vencer la muerte, el Señor nos asegura que el último enemigo ha sido derrotado (v.26). En consecuencia, no hay mayor esperanza que esta: aunque nuestros cuerpos físicos puedan morir, en Cristo tenemos la promesa de una vida eterna.


«Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres» (v.19). Esto significa que si no tenemos una esperanza en la vida futura, entonces nuestra fe sería una simple ilusión. Pero gracias a la resurrección de Cristo, nuestra esperanza no está limitada a esta vida terrenal. En Él, tenemos la seguridad de que un día también seremos resucitados para vivir eternamente en su presencia. Porque «así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (v.22). Nuestra esperanza se basa en la promesa de que un día, así como Jesús fue resucitado con un cuerpo glorificado, nosotros también seremos resucitados en gloria. Esto nos impulsa a vivir con un propósito más alto, con una perspectiva que trasciende los desafíos temporales de este mundo.


Así que, hermanos, la resurrección de Cristo no es solo un hecho del pasado, es la base de nuestra fe presente y de nuestra esperanza futura. Esta es otra de las incontables razones que tenemos para adorar a nuestro Dios y bendecir el nombre de nuestro Señor Jesús.

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